05 julio 2011

El turista sin un duro

Hace calor y estoy vaga, así que ahí va una ración de tópicos veraniegos.

A veces me gusta pasar el tiempo mirando a la gente pasar y, según la pinta, opinar, juzgar, generalizar... En resumen, hacer todas esas cosas tan censuradas y entretenidas que se pueden hacer una tarde ociosa.

Poca carne se da mejor a una crítica que la del turista. Los europeos cada vez somos más iguales, pero aún queda un comportamiento diferenciado y curioso: el del turista sin dinero.

Alemán: Joven. Va solo o en grupos pequeños. Duerme en un hostal que ha reservado por Internet o en casa de un conocido. Botas de caminar. El equipaje es una mochila gigantesca, aunque una maleta de ruedas fuese más fácil de llevar. Para comer, el supermercado es la primera parada. La guía de viaje y el mapa son esenciales.

Inglés: Joven. Si no va en pandilla grande no importa, llegada la noche el grupo hará más ruido que una estampida. Duerme en un hostal que ha reservado un amigo. El equipaje ocupa poco: la ropa de verano siempre lo hace, y en el extranjero siempre es verano. Come en cadenas de comida rápida o lo que más se parezca a un pub. Guías o mapas son innecesarios una vez se encuentran la cerveza y/o la playa.

Escocés:
De aspecto idéntico al anterior, se diferencia de éste por su irreductible empeño en entablar conversación con la fauna local.

Español:
Puede ser de cualquier edad. Va en familia o manada. Duerme en casa de un familiar o en el hotel que le ha buscado la agencia de viajes. Maletón de ruedas que se empeñará en facturar como equipaje de mano, junto con el bolso de la señora y dos o tres bolsas del plástico del duty free. Para comer, si la agencia no decide, va al restaurante más puerco y oscuro que encuentra o, si no hay, a un italiano donde pide lo que pueda traducir de la carta. Pocas veces lleva guía, nunca mapa. No hacen falta porque va sólo a donde les lleve el autocar o la persona con quien se han quedado a dormir.

Es pensar en turistas españoles y no puedo evitar un recuerdo cariñoso a una sub-especie: el de mediana edad. A principios de los noventa, ver uno era motivo para cruzar la calle: hablaban a gritos, ocupaban toda la acera y parecía que solo salían de casa para ir de tiendas. Ahora son prudentes, correctos y hablan inglés. No me refiero al inglés del "jau mach", "a tasi tu di erport" o "wer is de toilet, plis?", sino que se ve que pueden llevar una conversación con naturalidad, con frases bien construidas, pronunciación correcta y sin inventar acentos extraños. Si las mujeres quieren ir de compras, van solas, sin remolcar maridos.

Todavía encuentro turistas que me avergüenzan de mi nacionalidad, pero cada día son menos. Los alemanes o británicos no han cambiado, pero entre los españoles, en los últimos años, por cada alma asilvestrada siempre aparece alguna pareja de cincuenta y pico que pasea discreta, congraciándome con mi tierra.

6 comentarios:

  1. Pero, ¿eso es bueno? Lo de hacer menos ruido y no hablar a gritos, por favor. Es un avance sideral. Lo de empezar a hablar pintinglish, también. Pero lo que afirmas, y estoy totalmente de acuerdo, en que cada vez todos los europeos nos parecemos más, ¿es bueno? Yo me quejo de mi ciduad, Barcelona. Ya no se parece a ella, parece otra ciudad de la vieja Europa.
    saludos.

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  2. Como todo evoluciona, pues también evolucionará el típico turista y hasta la manera de hacer turismo incluyendo las ofertas. En algo también habrán cambiado los españoles; modales, conductas, actitudes... todo en favor de una globalización que es imparable. Ni estos peñascos de Islas se salvan. Por cierto los primeros turistas que arribaron a nuestras costas fueron ingleses, de los que quedaron ciertas palabras adaptadas y modificadas a nuestro español hablado en las Islas. Es el caso del "cambullón" ( hombre que vendía y compraba objetos a los turistas que venían en los grandes barcos) "Come by on" (figura desaparecida en la actualidad). De ahí su procedencia. Por poner un ejemplo de lo que puede llegar a influir el turismo en ciertos lugares.Anécdotas singulares de nuestras Islas. Saludos.

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  3. Igor: es curioso, no lo había visto de ese modo. Di por sentado que lo del turista de mediana edad era más una capacidad de adaptación transitoria que un cambio profundo. Claro que pensandolo bien, si de apariencia ya todos vestimos de Zara, tenemos casas Ikea y comemos Pizza Hut, es posible que sea lo que tu dices.

    tanci: y no te olvides del anglicismo más extendido: "turista" :-). Me gusta mucho más pensar en la influencia británica a través de la anécdota que cuentas que a través del recuerdo de las calles de "restaurantes" sirviendo "full English breakfast" en las zonas "conquistadas".

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  4. .../... uhm... haberlos, haylos Miércoles.En demasía. Basta con pasar y apenas pasear por la zona sur de mi isla. Hasta me parece no estar viviendo en mi espacio.Saludos.

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  5. Bueno, supongo que cuando uno sale más veces se fija en los demás y se comporta como ve que se comporta la mayoría, aunque haya cosas diferentes, siempre. Personalmente, me quejo de lo alto que hablamos y a la mínima grito muchísimo sin darme cuenta. Ay...

    Un abrazo :)

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  6. tanci: a mí me puso de mal humor y no vivo ahí. Además es triste, porque la mayoría de la gente que conozco aquí ya no quieren eso. El español es una de las lenguas más enseñadas en colegios (sino la que más) y los nuevos turistas quieren comer tortilla y jamón, no salchichas con huevo frito. Les pones delante de un guiso de cabra con mojo casero y un bienmesabe y ni te cuento ;-)

    Explorador: es que lo de controlar el volumen es más difícil de lo que parece. Siempre me han dicho que hablo muy bajo y, sin embargo, hay veces que quedo con algún español aquí -que tampoco hablan alto- y vuelvo a casa con la garganta tocada.

    De todas formas, una cosa es hablar alto y otra ir por Buchanan Street y gritar "¡Manoloooo!¡Mira a ese que va con faldas!" cuando Manolo apenas está a dos metros :-D

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